Petroglifos estilo Guaiquivilo

Petroglifos estilo Guaiquivilo

PETROGLIFOS EN LA CORDILLERA ANDINA DE LINARES: HUELLAS DE UN ARTE ANCESTRAL

En lo más recóndito de la cordillera andina de la Provincia de Linares (Chile), se esconden enigmáticos grabados sobre grandes bloques de roca. Estos petroglifos, labrados por antiguos habitantes de la zona, revelan un estilo artístico singular que los investigadores han bautizado como Estilo Guaiquivilo. Sus diseños, mayoritariamente abstractos y simbólicos, nos permiten asomarnos a las motivaciones, creencias y posibles modos de vida de quienes los realizaron entre los siglos XII y XVI de nuestra era.


Un descubrimiento sorprendente

El hallazgo que desató el interés masivo ocurrió en 1958, cuando militares de la Escuela de Artillería de Linares informaron sobre un gran campo de petroglifos en el Cajón de Calabozos, en la alta cordillera del río Melado. Si bien hubo notas de prensa y algunos estudios preliminares, no fue hasta fines de la década de 1960 que comenzó el levantamiento sistemático de estos vestigios. Posteriormente, salieron a la luz nuevos sitios como Valdés VI, en la ribera del río Guaiquivilo, y otros en los cajones de El Toro y de La Gloria, entre varios más.

¿Por qué “Estilo Guaiquivilo”?

El término Estilo Guaiquivilo proviene del río que vertebra gran parte de esta cuenca cordillerana: el Guaiquivilo. En torno a sus numerosos afluentes se concentran decenas de afloramientos rocosos con grabados de diversos tamaños y temáticas, pero con una unidad estilística evidente.


Un paisaje cordillerano y su gente

Las montañas de la zona se elevan más allá de los 2.000 metros sobre el nivel del mar. En verano, tras el deshielo, se forman extensas praderas conocidas como “veranadas” donde arrean ganado desde el valle central e incluso desde la costa. Las especies nativas de árboles (roble, coigüe, ciprés de la cordillera, avellano, entre otras) pueblan los valles bajos y acompañan cursos de agua que, a medida que ascienden, se transforman en saltos o cascadas naturales.

Estos parajes albergan una gran biodiversidad. El clima de tipo mediterráneo templado, con nevadas abundantes en invierno, limita el acceso humano durante buena parte del año. Esto refuerza la idea de que los autores de los petroglifos se internaban en la cordillera especialmente durante la estación estival.


Características del arte rupestre

Técnica

Los grabados se realizaron mayoritariamente por percusión: picando repetidas veces la superficie de la roca para desprender la pátina de oxidación y dejar visible la capa interna más clara. Algunos presentan raspados o punteados, pero en poca proporción. Por lo general, las líneas no superan los 1 a 2 milímetros de profundidad.

Temática

La mayoría de los glifos se agrupan en familias de motivos que los investigadores han clasificado según su forma:

  1. Improntas de pie humano: Constituyen el rasgo más distintivo. Aparecen aisladas, en serie o adornadas con puntos y líneas interiores.
  2. Improntas de mano humana: Menos frecuentes que las de pie, pero reconocibles por su contorno o por la forma de sus dedos.
  3. Rastros de animales: Principalmente huellas tridígitas (similares a avestruz) y de mamíferos (felinos o camélidos).
  4. Antropomorfos: Figuras humanas muy esquemáticas, a veces con múltiples extremidades.
  5. Zoomorfos: Reproducciones serpentiformes y aves de trazo libre, más fantásticas que realistas.
  6. Fitomorfos: Formas que recuerdan plantas o mazorcas de maíz.
  7. Símbolos abstractos: Líneas ondulantes, escaleras de un solo palo, triángulos seriados, reticulados, círculos concéntricos, y diseños “caprichosos” que se entrelazan o se asemejan a redes.

Aunque no se sabe con certeza qué significan, la abundancia de huellas de pies hace pensar en algún tipo de culto relacionado con la presencia o el tránsito por estos lugares, o con la importancia simbólica del caminar sobre la roca.

Configuración

Los petroglifos se concentran sobre planchones de roca plana, a menudo próximos a saltos de agua. Se distribuyen de forma aparentemente anárquica, cubriendo la superficie de manera abigarrada. Sin embargo, la disposición de ciertos glifos sugiere que el autor sí buscaba una correcta orientación. En algunos lugares, como en el Paso Valdés, se grabaron también paredes rocosas casi verticales.



Una cultura nómade de altura

Los investigadores plantean que los creadores de estos petroglifos eran grupos cazadores-recolectores (posiblemente identificables con pueblos prehispánicos locales, como los “chiquillanes”), o bien comunidades con una agricultura incipiente que subían a la cordillera en verano. Estas “trashumancias estivales” habrían servido para la caza o la recolección de recursos hoy desconocidos, mientras en invierno se replegaban a los valles más bajos.

La hipótesis toma fuerza al constatar la ausencia de vestigios cerámicos y la escasez de evidencias de campamentos permanentes. Al parecer, la cerámica se reemplazaba por utensilios de madera y fibras naturales, hoy desaparecidos. Solo en el abrigo El Rucio (Cajón de La Gloria) se hallaron algunos fragmentos de cerámica tardía y una mano de moler.


¿Hasta dónde se extendió este estilo?

El Estilo Guaiquivilo se ha detectado principalmente en la provincia de Linares y sus alrededores, pero se extiende hacia el norte hasta la cuenca del río Cipreses (afluente del Cachapoal), donde se entremezcla con otro estilo rupestre proveniente del valle del Aconcagua. Hacia el sur, cruza la cordillera a través de pasos fronterizos, llegando al arroyo Colo Michicó (provincia de Neuquén, Argentina). En esa zona también se han identificado motivos muy similares que, salvo ligeras variaciones, confirman la misma tradición cultural.


Cronología y relaciones con Patagonia

El doctor Osvaldo Menghin propuso, para el arte rupestre de Patagonia, etapas estilísticas con rastros de manos, escenas de caza y diseños abstractos. Los petroglifos del Melado presentan paralelos con las fases tardías (siglos XII al XVI), en las que prevalecen los motivos simbólicos y la ausencia de influencias hispánicas.

La presencia de huellas de pies (y también de manos), junto con líneas paralelas y formas geométricas complejas, encajan con la etapa final del arte precolombino en el área andina, justo antes de la irrupción hispánica. Además, su localización en zonas sometidas a fuertes procesos de erosión indica que no han transcurrido muchos siglos desde su ejecución, pues de lo contrario habrían desaparecido casi por completo bajo el hielo y la acción del clima cordillerano.


Los petroglifos del Estilo Guaiquivilo constituyen un tesoro arqueológico que aporta una mirada única al pasado precolombino de la región centro-sur de Chile. Más allá de su valor estético, reflejan prácticas simbólicas y creencias de comunidades que consideraban sagrados o especiales ciertos enclaves naturales, sobre todo aquellos donde las aguas de torrentes se precipitan desde las alturas.

Si bien quedan incógnitas sobre quiénes fueron exactamente los autores y qué buscaban al grabar tantos símbolos, la perseverancia de los investigadores ha abierto un puente hacia una época remota de la historia andina. El reto continúa siendo proteger estos testimonios pétreos de la erosión natural y del vandalismo, así como profundizar en su estudio para descubrir nuevos capítulos de nuestro patrimonio cultural.

Crédito de la investigación: Basado en los estudios de Hans Niemeyer F. y Lotte Weisner, adaptado y resumido para su divulgación. «Los petroglifos en la cordillera andina de Linares (Provincias de Linares y Talca, Chile)» (1971)

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